3.2.17

SUEÑO Y OCULTISMO

Por Sigmund Freud
+Notas de Sigmund Freud en ADN Omni








CONFERENCIA

Señoras y señores: hoy andaremos por una senda estrecha, pero que puede llevarnos a una vasta perspectiva. Difícilmente les sorprenda el anuncio de que he de hablarles acerca del vínculo del Sueño con el Ocultismo. [1]

En efecto, a menudo se consideró al Sueño como la Puerta de Acceso al mundo de la Mística, y muchos siguen teniéndolo todavía hoy por un Fenómeno Oculto. Tampoco
nosotros, que lo hicimos Objeto de indagación científica, ponemos en entredicho que uno o varios hilos lo enlacen con aquellas cosas oscuras. 

Mística, Ocultismo, ¿Qué Se Designa con Esos Nombres? No esperen de mí intento alguno de acotar mediante definiciones este ámbito mal deslindado. De una manera general e indeterminada, todos sabemos a qué se refiere. 

Es una suerte de Más Allá del Ꞌmundo luminosoꞋ, gobernado por Leyes implacables, que la Ciencia ha edificado para nosotros. El Ocultismo afirma la existencia real de aquellas Ꞌcosas entre Cielo y Tierra con que nuestra sabiduría académica ni sueñaꞋ.

Ahora bien, no queremos aferrarnos a la estrechez de miras de la Academia; estamos dispuestos a creer lo que nos hagan creíble. Nos proponemos proceder con esas cosas como con cualquier otro material de la Ciencia: 

Primero, comprobar si tales Procesos son efectivamente demostrables, y luego -pero sólo luego-, una vez que su facticidad no deje lugar a dudas, empeñarnos en su explicación. Pero no puede desconocerse que Factores intelectuales, psicológicos e históricos nos dificultan ya el mero propósito de hacerlo.

No es el mismo caso que abordar otras indagaciones. Consideremos primero la dificultad intelectual. Permítanme que recurra a unas ilustraciones groseras, palmarias. Supongamos que se trate de averiguar la Constitución del Interior de la Tierra. 

Como es notorio, no sabemos nada seguro sobre eso. Conjeturamos que consiste en Metales pesados en estado incandescente. Alguien enuncia la Tesis de que el Interior de la Tierra sería Agua saturada con ácido carbónico, vale decir, una especie de soda.

Diremos, sin duda, que es muy improbable, contradice todas nuestras expectativas, no toma en cuenta los puntos de apoyo de nuestro Saber que nos han llevado a formular la Hipótesis de la composición metálica. 

Pero de todos modos no es inconcebible; si alguien nos enseñara un camino para comprobar la Hipótesis de la soda, lo seguiríamos sin resistirnos. Pero hete aquí que otro sostiene, con seriedad, la Tesis de que el Núcleo de la Tierra se compone de mermelada.

Frente a esto, nuestra conducta será muy diversa. Nos diremos que la mermelada no se presenta en la naturaleza, es un producto de la cocina humana, y además la existencia de esa sustancia presupondría la presencia previa de Arboles frutales y sus Frutos, y no sabríamos cómo situar Vegetación y Artes culinarias en el Interior de la Tierra; el resultado de estas objeciones intelectuales será una oscilación de nuestro interés: en vez de ponernos a indagar si efectivamente el Núcleo de la Tierra se compone de mermelada, nos preguntaremos qué clase de hombre es el que puede llegar a semejante idea, y a lo sumo seguiremos inquiriendo de dónde lo sabe. 

El desdichado Autor de la ꞋTeoría de la MermeladaꞋ lo tomará a grave afrenta y nos
acusará de denegarle una apreciación objetiva a su ꞋTesisꞋ por un prejuicio supuestamente científico. Pero de nada le valdrá.

Comprobamos que los prejuicios no siempre son reprobables, que muchas veces están justificados, son adecuados para ahorrarnos un gasto inútil. En verdad, no son más que unos razonamientos por analogía con otros juicios, bien fundamentados.
Un buen número de las Tesis ocultistas nos producen un efecto parecido a la ꞋHipótesis de la MermeladaꞋ, por lo cual nos creemos autorizados a rechazarlas de antemano sin ulterior examen. Empero, eso no es tan simple.

Una comparación como la que he elegido no prueba nada, prueba tan poco como cualquier comparación. Su pertinencia es cuestionable, y se comprende claramente que su elección ya estuvo determinada por una actitud de desestimación despreciativa. 
Los prejuicios son muchas veces adecuados y justificados, pero otras veces son erróneos y dañinos, y nunca se sabe cuándo son lo uno y cuándo lo otro. La propia Historia de las Ciencias sobreabunda en ejemplos aptos para disuadirnos de una condena apresurada. 
Por mucho tiempo se juzgó disparatada la Hipótesis de que las Piedras que hoy llamamos ꞋmeteoritosꞋ llegaban a la Tierra desde el Espacio sideral, o que la roca de montaña que tiene incrustados restos de conchilla formó una vez el lecho del mar.
Por lo demás, cuando nuestro Psicoanálisis salió a la palestra con el Descubrimiento de Lo Inconciente, no sucedió algo muy diverso. De ahí que nosotros, los Analistas, tenemos especial fundamento para ser cautos en desautorizar Tesis nuevas aduciendo el motivo intelectual, y debemos admitir que esto no nos lleva Más Allá de la aversión, la duda y la incertidumbre.
He dicho que el Segundo Factor es psicológico. Me refiero a la universal inclinación de los Seres humanos hacía la credulidad y la milagrería. Desde el comienzo mismo, cuando la vida nos coge en su riguroso yugo, nace en nosotros una resistencia a la implacabilidad y monotonía de las Leyes del Pensamiento y a los requisitos del examen de realidad. [2] 
La razón pasa a ser la enemiga que nos escatima tantas posibilidades de conseguir placer. Se descubre el placer que depara sustraérsele, al menos temporariamente, y entregarse a las seducciones de lo sin sentido. 
El Escolar se deleita retorciendo las palabras; tras un Congreso científico el Erudito se mofa de su actividad, y hasta el hombre grave goza con los Juegos del Chiste. [3]
Una hostilidad más seria a ꞋRazón y Ciencia, la fuerza suprema del hombreꞋ [4] acecha su oportunidad, se apresura a preferir al Ꞌdoctor taumaturgo o al Ꞌcurandero naturista sobre el Médico leído y escribido, se muestra solícita con las Tesis del Ocultismo en la medida en que sus presuntos hechos son considerados infracciones de la Ley y de la Regla, adormece la crítica, falsea las percepciones, arranca corroboraciones y asentimientos que no son justificables. 
Quien tome en cuenta esta inclinación de los Seres humanos tendrá todo el derecho a desvalorizar muchas Comunicaciones de la Bibliografía ocultista.
Llamé histórico al Tercer reparo, y con esto quiero destacar que en el mundo del Ocultismo en verdad no ocurre nada nuevo, sino que se presentan como Novedades todos los Signos, Milagros, Profecías y Apariciones de que se nos informa desde Tiempos Antiguos y en viejos Libros, y que creíamos haber disipado hace mucho como engendros de una fantasía desenfrenada o de un fraude tendencioso, como productos de una época en que la ignorancia de la Humanidad era muy grande y el espíritu científico estaba todavía en pañales. 
Si aceptamos por verdadero lo que según las Comunicaciones de los Ocultistas sigue sucediendo hoy, tendremos que admitir también como creíbles aquellas Noticias que nos vienen de la Antigüedad. 
Y ahora nos percatamos de que las Tradiciones y Libros Sagrados de los pueblos rebosan de tales Historias milagrosas, y las Religiones apoyan su pretensión de credibilidad justamente en esos Episodios extraordinarios y milagrosos, considerándolos otras tantas pruebas de la acción de unos Poderes sobrehumanos. 
Por eso nos resultará difícil evitar la sospecha de que el interés Ocultista es en verdad un interés religioso, que entre los motivos secretos del Movimiento ocultista se cuenta el de acudir en auxilio de la religión amenazada por el progreso del pensamiento científico. 
Y con el discernimiento de semejante motivo, no puede menos que crecer nuestra desconfianza, junto con nuestra aversión a consentir en indagar los supuestos Fenómenos Ocultos.
Pero, en definitiva, es preciso superar esa aversión a pesar de todo. Se trata de una cuestión de hecho: si lo que los Ocultistas refieren es o no verdadero. Debe podérselo decidir mediante la Observación. En el fondo, tenemos que estar agradecidos a los Ocultistas. 
Los informes sobre Milagros de épocas pasadas se sustraen de nuestro examen. Si creemos que no son comprobables, tenemos que admitir, sin embargo, que en rigor no son refutables. 
Pero acerca de lo que ocurre en el Presente, y de lo cual podemos ser testigos, por fuerza podremos formarnos un juicio cierto. Si llegamos a la convicción de que tales Milagros no suceden hoy, no temeremos la objeción de que pudieron, empero, haber ocurrido en otros Tiempos. 

Otras explicaciones serán mucho más verosímiles. Por ello hemos depuesto nuestros reparos y nos prestamos a participar en la observación de los Fenómenos Ocultos. Por desdicha, tropezamos enseguida con circunstancias en extremo desfavorables para
nuestro honrado propósito. 

Las Observaciones de las que debe depender nuestro juicio se realizan en condiciones que vuelven inciertas nuestras percepciones sensoriales, embotan nuestra atención, se rodean de oscuridad o de una tenue luz roja tras prolongados períodos de vana expectativa. 

Se nos dice que ya nuestra actitud incrédula -vale decir, crítica- es capaz de impedir la producción de los Fenómenos esperados. La situación así establecida es una verdadera caricatura de las circunstancias en que solemos realizar la indagación científica.
Las Observaciones se hacen en los llamados Ꞌmediums, personas a las que se atribuyen particulares Facultades Ꞌsensitivas, pero que en manera alguna se distinguen por sobresalientes Cualidades espirituales o de carácter, ni están sostenidas por una gran idea o un Propósito serio como los antiguos Taumaturgos. 
Al contrario, aun quienes creen en sus Poderes Ocultos consideran a esos individuos particularmente sospechosos; la mayoría ya han sido desenmascarados como impostores, y tendemos a prever que lo mismo le sucederá pronto a los restantes. 

Lo que operan produce la impresión de unas petulantes niñerías o juegos de
prestidigitación. [5] Nada valioso se ha sacado a luz todavía de las sesiones con
esos Ꞌ
mediums, como podría serlo el Acceso a una Nueva Fuente de Poder. 
Sin duda que tampoco se espera un progreso para la cría de palomas del truco del Prestidigitador que por Arte de Magia las saca de su galera vacía. Me resulta fácil ponerme en la situación de alguien que quiere cumplir con los requisitos de la objetividad y por eso participa en las Sesiones ocultistas, pero trascurrido un lapso se cansa y, molesto por las exigencias que se le hacen, se aparta y regresa a sus anteriores prejuicios sin haber obtenido esclarecimiento alguno. 
A una persona así se le puede reprochar que su conducta no es la correcta, pues si uno pretende Estudiar ciertos Fenómenos, no tiene derecho a prescribirles cómo deben ser y bajo qué condiciones han de presentarse. Más bien se impone perseverar y valorar las medidas de precaución y control con que recientemente se ha buscado prevenir lo sospechoso de los mediums

Por desdicha, esta moderna técnica de prevención pone fin a la fácil accesibilidad de las Observaciones ocultistas. El Estudio del Ocultismo se convierte en una Profesión especial, difícil, una actividad que nadie puede cultivar junto a sus demás intereses. 
Y en tanto los Investigadores que se ocupan de ella no hayan llegado a Conclusiones, quedaremos librados a la duda y a nuestras propias conjeturas. Entre esas conjeturas, la más probable es, sin duda, que hay en el Ocultismo un núcleo real de hechos todavía no discernidos en cuyo rededor el fraude y la fantasía han tejido una corteza difícil de atravesar. 
Pero, ¿Cómo podríamos, aunque sólo fuera acercarnos a ese Núcleo? ¿Por dónde abordaríamos el problema? Yo creo que aquí el Sueño viene en nuestro auxilio,
sugiriéndonos que de toda esa mescolanza escojamos el Tema de la Telepatía.
Como ustedes saben, llamamos Telepatía al presunto hecho de que un acontecimiento sobrevenido en determinado momento llega de manera casi simultánea a la Conciencia de una persona distanciada en el Espacio, y sin que intervengan los Medios de Comunicación consabidos. 
Una premisa tácita es que ese Acontecimiento afecte a una persona en quien la
otra, el Receptor del mensaje, tenga un fuerte interés emocional. 

Por ejemplo, la persona A sufre un accidente o muere, y la persona B, muy allegada a ella -su madre, hija o amada-, se entera más o menos en el mismo momento a través de una Percepción visual o auditiva; en este último caso es como si se lo hubieran comunicado por teléfono, aunque no fue así de hecho: en cierto modo, un correlato psíquico de la Telegrafía sin hilos. 

No necesito insistirles en la improbabilidad de tales sucesos. Además, la mayoría de estos informes pueden ser desautorizados con buenas razones; pero restan algunos respecto de los cuales no es tan fácil hacerlo. 

Ahora permítanme que a los fines de la Comunicación que me propongo hacer omita la palabreja Ꞌpresunto y continúe como si creyera en la realidad objetiva del Fenómeno telepático. 

Pero retengan que esto no es así, que no me he adherido a ninguna convicción. En verdad, es poco lo que tengo para comunicarles; sólo un hecho nimio. Y desde ahora quiero poner un límite a la expectativa de ustedes diciéndoles que, en el fondo, el Sueño tiene poco que ver con la Telepatía.

Ni la Telepatía arroja nueva luz sobre la naturaleza del Sueño, ni este brinda un testimonio directo en favor de la realidad de la Telepatía. Y por otra parte, el Fenómeno telepático no está ligado al Sueño, puede producirse también durante el Estado de Vigilia. 
La única razón para elucidar el Vínculo entre Sueño y Telepatía reside en que el Estado del Dormir parece particularmente apto para la Recepción del mensaje telepático. En tal caso se tiene lo que se llama un ꞋSueño telepático, y mediante su Análisis uno se convence de que la noticia telepática ha desempeñado el mismo papel que cualquier otro resto diurno; como tal, fue alterado por el trabajo del Sueño y puesto al servicio de la tendencia de este último.
Ahora bien, en el Análisis de un Sueño telepático de esa índole ocurrió algo que a mi juicio presentaba suficiente interés para, a pesar de su nimiedad, tomarlo como punto de partida de esta Conferencia. 

Cuando en 1922 hice mi Primera Comunicación sobre este Asunto, sólo disponía de una Observación. Desde entonces hice muchas del mismo tenor, pero persisto en el Primer Ejemplo [6] porque es facilísimo de exponer, y los introducirá enseguida in medias res.
Un hombre de evidente inteligencia, carente en absoluto -como él mismo asevera- de Ꞌinspiración ocultistaꞋ, me escribe acerca de un Sueño que le parece asombroso. Comienza diciendo que su hija casada, que vive en un lugar distante, espera su primer parto para mediados de Diciembre. 
Esta hija le es muy querida, y sabe que también ella siente fuerte apego por él. Entonces, en la noche del 16 al 17 de Noviembre, él sueña que su propia mujer ha dado a luz mellizos. Siguen numerosos detalles que puedo omitir aquí; por lo demás, no todos fueron esclarecidos. 
La que en su Sueño pasó a ser madre de los mellizos es su segunda mujer, madrastra de su hija. No desea tener hijos con ella, pues no la considera apta para la educación racional de los niños; además, por la época del Sueño había suspendido hacía largo tiempo el comercio sexual con ella.

Lo que le mueve a escribirme no es una duda sobre la doctrina del Sueño, que habría estado justificada por el contenido manifiesto del suyo: en efecto, ¿Por qué el Sueño, en total oposición a sus Deseos, hace que alumbre hijos esta mujer? Y de acuerdo con su informe, tampoco lo motiva el temor de que ese acontecimiento indeseado pudiera ocurrir.


Lo que lo movió a referirme ese Sueño fue la circunstancia de que el 18 de Noviembre por la mañana recibió la noticia telegráfica de que su hija había dado a luz mellizos. El telegrama había sido despachado el día anterior, y el Nacimiento se produjo la noche del 16 al 17, más o menos a la misma hora en que él soñaba que su mujer tenía mellizos. 

El Soñante me pregunta si la coincidencia de Sueño y Acontecimiento debe considerarse casual. No se atreve a llamar telepático al Sueño, pues la diferencia entre Contenido del Sueño y Acontecimiento atañe justamente a lo que le parece Lo Esencial, la persona de la parturienta. 

Pero de una de sus Observaciones se infiere que no le habría asombrado un Sueño telepático correcto. Cree que su hija sin duda Ꞌha pensado particularmente en élꞋ durante sus horas difíciles. Señoras y señores: Estoy seguro de que ustedes ya pueden explicarse este Sueño y comprenden también por qué se los referí. 

Hay ahí un hombre insatisfecho con su segunda mujer; preferiría tener una esposa como su hija del primer matrimonio. Este Ꞌcómo, desde luego, falta en Lo Inconsciente. Entonces durante la noche lo alcanza el mensaje telepático de que su hija ha dado a luz mellizos.

El trabajo del Sueño se apodera de esta noticia, deja que influya sobre ella el deseo inconciente que preferiría poner a la hija en el lugar de la segunda mujer, y así nace el Sueño manifiesto que provoca extrañeza, que oculta el deseo y desfigura el mensaje. 

Debemos decir que sólo la Interpretación del Sueño, nos ha mostrado que se trata de un ꞋSueño telepáticoꞋ; el Psicoanálisis ha descubierto un sumario de hechos telepáticos [7] que de otro modo no habríamos discernido.

¡Pero no se equivoquen ustedes! A pesar de ello, la Interpretación del Sueño no ha enunciado nada acerca de la verdad objetiva de ese sumario de hechos telepáticos. También podría ser una apariencia susceptible de otro esclarecimiento. 

Es posible que los pensamientos oníricos latentes de ese hombre rezaran: 
Hoy es el día en que debería producirse el parto sí mi hija, como en verdad lo creo, erró la cuenta por un mes. Y ya la última vez que la vi su aspecto era de tener mellizos. ¡Ah, cómo se habría regocijado mí difunta mujer, tan amante de los niños, si nacieran mellizos!. [Introduzco este último factor de acuerdo con unas asociaciones del Soñante, que no he citado] 
En tal caso, la estimulación para el Sueño la habrían dado unas conjeturas bien fundadas del Soñante, y no un mensaje telepático; el resultado sería el mismo. Como ustedes ven, de hecho la Interpretación del Sueño no ha enunciado nada acerca del problema de saber si es lícito atribuir realidad objetiva a la Telepatía. 

Sólo se podría decidirlo mediante una averiguación en profundidad de todas las circunstancias del suceso, lo que por desdicha resultó tan imposible de lograr en este ejemplo como en los otros de mi conocimiento.
Admitido que la Hipótesis de la Telepatía proporciona con mucho la explicación más simple; pero con esto no hemos ganado gran cosa. La explicación más simple no es siempre la correcta; hartas veces la verdad no es simple; y antes de resolverse a adoptar una Hipótesis de tan vastos alcances uno quiere extremar todas las precauciones.
Ahora podemos abandonar el Tema ꞋSueño y Telepatía; no tengo nada más que decirles sobre él. Pero reparen en que no fue el Sueño el que pareció enseñarnos algo sobre la Telepatía, sino la Interpretación de él, la Elaboración psicoanalítica. 

Con esto podemos prescindir totalmente del Sueño en lo que sigue, y abrigaremos la expectativa de que la Aplicación del Psicoanálisis pueda arrojar alguna luz sobre otros sumarios de hechos llamados Ocultos. 

Tenemos, por ejemplo, el Fenómeno de la Inducción o Trasferencia {Ubertragung} del Pensamiento, muy vecino a la Telepatía y que en verdad puede unirse a ella sin forzar mucho las cosas. 

Enuncia que ciertos Procesos anímicos que ocurren en una persona -representaciones, estados de excitación, impulsos de la voluntad- pueden trasferirse a otra persona a través del espacio libre sin el empleo de las consabidas vías de comunicación por Palabras y Signos. 

Comprenden ustedes cuán maravilloso sería, y acaso también cuánta importancia práctica tendría, que Algo Así Ocurriera efectivamente. Dicho sea de pasada, asombra que justo este Fenómeno sea el menos mencionado en los Antiguos Informes referidos a los Milagros.

En el curso del Tratamiento psicoanalítico de pacientes he tenido la impresión de que la actividad de los ꞋDecidores profesionales de la Suerte esconde una favorable oportunidad para emprender Observaciones exentas de objeción sobre la Transferencia del Pensamiento.
Son personas de escaso valor o aun de inferiores dotes que se entregan a alguna clase de manejo [8] echan Cartas, estudian Escritos y Líneas de la mano, emprenden Cálculos astrológicos, y así Adivinan el Futuro a sus visitantes tras haberse mostrado familiarizados con algunas de sus peripecias pasadas o presentes. 
Sus clientes las más de las veces se muestran muy satisfechos con estas Operaciones y ni siquiera les guardan rencor cuando luego las Profecías no se cumplen. He tenido a mano varios de estos casos, pude estudiarlos analíticamente y enseguida pasaré a referirles el más notable de estos ejemplos. 

Por desgracia, la fuerza probatoria de estas Comunicaciones se verá perjudicada por las numerosas reservas a que me obliga el deber de la discreción médica. Empero, me he ajustado rigurosamente al designio de evitar desfiguraciones. 

Escuchen, pues, la Historia de una de mis pacientes, que tuvo una vivencia de esta índole con un ꞋDecidor de la Suerte[9] Era la mayor de una serie numerosa de hermanos; había crecido en una ligazón extraordinariamente intensa con su padre, y luego se casó joven, hallando plena satisfacción en su matrimonio. 

Sólo una cosa le faltaba para su dicha: no tenía hijos, y por eso no podía colocar del todo a su amado marido en el lugar del padre. Cuando tras largos años de desengaño decidió someterse a una operación ginecológica, su marido le reveló que la culpa era de él, pues una enfermedad que contrajera antes del matrimonio lo había incapacitado para procrear hijos. 

Ella soportó mal la desilusión, se volvió neurótica y era evidente que la aquejaban unas angustias de tentación. Para distraerla, el marido la llevó consigo en un viaje de negocios a París. 

Allí, cierto día, estando sentados en el vestíbulo del hotel, les llamó la atención cierto ajetreo entre los empleados. Ella preguntó qué sucedía, y se enteró de que había llegado Monsieur Le Professeur y atendía Consultas en un gabinete. 

Exteriorizó su deseo de hacer ella también la prueba. El marido se lo desaconsejó, pero en un momento en que estuvo sin vigilancia se filtró en la sala que hacía de consultorio y se presentó al ꞋDecidor de la Suerte

Ella tenía 27 años, aparentaba ser mucho más joven, se había quitado la alianza. Monsieur Le Professeur le hizo estampar la mano sobre una taza llena con cenizas, estudió con cuidado la impresión y luego le dijo que la aguardaban toda clase de difíciles luchas, concluyendo con la consoladora seguridad de que empero se casaría y a los 32 años tendría dos hijos. 

Cuando me refirió esta historia, ella tenía 43 años, estaba gravemente enferma y sin perspectiva alguna de tener hijos jamás. Por tanto, la Profecía no se había cumplido, a pesar de lo cual no la mencionaba en absoluto con amargura; antes bien, parecía como si en su recuerdo fuera una vivencia gozosa. 

Fue fácil comprobar que ni sospechaba qué podrían significar las Dos Cifras de la Profecía -2 y 32-, ni si en definitiva Significaban Algo para ella. Dirán ustedes que es una historia tonta e incomprensible, y preguntarán para qué se las he contado. 

Ahora bien, compartiría por entero su opinión si el Análisis -y este es el punto capital- no nos hubiera posibilitado una Interpretación de aquella Profecía, que, justamente por el esclarecimiento del Detalle, produce gran convencimiento.

En efecto, las Dos Cifras encuentran su lugar en la vida de la madre de mi paciente. Esta se había casado tarde, después de los Treinta Años, y en la familia habían comentado a menudo que se apuró con tanto éxito que llegó a recuperar el tiempo perdido. 

Los Dos Primeros Hijos, empezando por nuestra paciente, nacieron el mismo año calendario con el menor intervalo posible, y de hecho a los 32 años ya tenía Dos. Lo que Monsieur Le Professeur dijera a mi paciente significaba, pues: 
Consuélese, es usted muy joven. Todavía tendrá el mismo destino que su madre, quien debió esperar largo tiempo los hijos; tendrá Dos a los 32 años
Ahora bien, tener el mismo destino que la madre, ponerse en su lugar, ocupar su puesto junto al padre, ese había sido el deseo más intenso de su juventud, aquel por cuyo incumplimiento empezaba ahora a enfermar. 

La Profecía le prometía que aún le sería cumplido; ¿Podía abrigar hacia el ꞋprofetaꞋ sentimientos que no fueran amistosos? Pero, ¿Consideran ustedes posible que Monsieur le professeur estuviera familiarizado con los Datos de la historia familiar íntima de su clienta accidental? 
No; es imposible. Entonces, ¿De dónde le vino el Conocimiento que lo habilitó para expresar en su Profecía el deseo más intenso y secreto de la paciente mediante la recepción de las Dos Cifras?
Sólo veo Dos Posibilidades de explicación. O bien la Historia, tal como ella me la refirió, no es verdadera y las cosas ocurrieron de otro modo, o bien debe admitirse que existe una Trasferencia del Pensamiento como Fenómeno real.

Fácilmente puede formularse la Hipótesis de que la paciente, tras un intervalo de 16 años, introdujo en ese recuerdo las Dos Cifras en cuestión desde su Inconsciente. No tengo asidero alguno para esta conjetura, pero tampoco puedo excluirla, e imagino que ustedes estarán más dispuestos a creer en esa explicación que no en la realidad de la Trasferencia del Pensamiento. 
Si se deciden por esto último, no olviden que sólo el Análisis ha establecido el sumario de los hechos ocultistas, lo ha descubierto, puesto que se encontraba desfigurado hasta volverse irreconocible.
Si se tratara de Un Solo Caso como el de mi paciente, lo pasaríamos por alto con un encogimiento de hombros. A nadie se le ocurre edificar sobre una Observación aislada una creencia que implica un vuelco tan decisivo. Pero, créanme, no es el único caso que conozco.

He reunido toda una Serie de tales Profecías, y de todas recibí la impresión de que el ꞋDecidor de la SuerteꞋ no había hecho más que expresar los pensamientos de la
 persona que lo consultaba, y muy en particular sus deseos secretos; que, por tanto, era lícito Analizar tales Profecías como si fueran Producciones subjetivas, Fantasías o Sueños de la persona en cuestión. 

Desde luego no todos los Casos poseen la misma fuerza probatoria, y no en todos es igualmente posible excluir explicaciones más acordes con la ratio; empero, del conjunto resta un fuerte superávit de probabilidades en favor de una efectiva Trasferencia del Pensamiento. 

La importancia del Tema justificaría que les presentara todos mis Casos, pero no puedo hacerlo por el espacio que demandaría exponerlos y el inevitable menoscabo de la discreción debida. Intentaré apaciguar en lo posible mis escrúpulos dándoles algunos otros Ejemplos.

Cierto día acudió a mí un joven, de notable inteligencia, estudiante que debía pasar sus últimos exámenes de Doctorado mas no podía rendirlos porque, según su queja, había perdido todo su interés, su capacidad de concentración y hasta la posibilidad de tener una memoria ordenada. [10] 

La prehistoria de ese estado de cuasi-parálisis se descubrió pronto: cayó enfermo a raíz de una gran violencia que se hizo por vencerse a Sí Mismo. Tiene una hermana a quien quiere con un amor intenso, pero siempre recatado, lo mismo que ella a él. ¡Qué pena que no podamos casarnos!, se dijeron muchas veces entre sí. 

Un hombre digno se enamoró de esa hermana, ella correspondió a su inclinación, pero los padres no consentían el enlace. En este trance, la pareja se dirigió al hermano, quien no les denegó su ayuda. 

Facilitó la correspondencia entre ambos y mediante su influencia logró que por fin los padres diesen su consentimiento. En el período que siguió al compromiso le ocurrió un accidente cuyo significado es fácil de colegir. 

Emprendió, sin contratar un Guía, una difícil expedición a la montaña con su futuro cuñado; ambos perdieron el rumbo y corrieron el peligro de no regresar sanos y salvos. Poco tiempo después de realizarse la Boda de su hermana, cayó en aquel estado de agotamiento anímico.

El influjo del Psicoanálisis le devolvió su capacidad de trabajo, y me dejó para rendir sus exámenes; empero, luego de pasarlos con éxito retornó a mí por breve lapso en el Otoño de ese mismo año. Entonces me informó acerca de una asombrosa vivencia que había tenido antes del Verano. 

En su Ciudad Universitaria había una Decidora de la Suerte que gozaba de gran
predicamento. Hasta los Príncipes de la Casa gobernante solían consultarla de manera regular antes de iniciar empresas importantes. 

Trabajaba de una manera muy simple. Hacía que le diesen la Fecha de Nacimiento de una persona determinada, y no pedía saber nada más de ella, ni siquiera su Nombre; después consultaba Libros astrológicos, hacía largos Cálculos y al fin daba una Profecía sobre la persona en cuestión. Mi paciente decidió requerir para su cuñado su Arte Secreto. 

La visitó y le mencionó la Fecha de Nacimiento de aquel. Después que hubo echado sus cuentas, pronunció la Profecía: esa persona moriría en Julio o Agosto de ese año a
raíz de un envenenamiento con Langostas u Ostras. Mí paciente concluyó su Relato con estas palabras: 
¡Y eso fue grandioso!.

Desde el comienzo yo lo había escuchado de mala gana. Tras esa exclamación, me permití preguntarle:
¿Qué halla usted tan grandioso en esa Profecía? Ahora estamos a fines del Otoño; su cuñado no ha muerto, pues de lo contrario hace tiempo me lo hubiera contado usted. Por lo tanto, la Profecía no se cumplió
Es cierto -respondió-; pero lo maravilloso es esto: mi cuñado es un gran aficionado a las Langostas y Ostras, y el Verano anterior -vale decir, antes de mi visita a la Decidora de la Suerte- tuvo un envenenamiento con Ostras por cuya causa estuvo a punto de morir
¿Qué podía hacer yo? Sólo fastidiarme por el hecho de que ese hombre de elevada
cultura, que además acababa de terminar con éxito un Análisis, no penetrase mejor la trama. 


Por mí parte, antes de creer que mediante unas Tablas astrológicas se pueda calcular cuándo sobrevendrá un envenenamiento con Langostas u Ostras, prefiero suponer que mi paciente nunca había superado el odio hacia el rival, a raíz de cuya represión había enfermado en su momento, y que la Astróloga simplemente expresó su propia expectativa: 
Tales aficiones no se abandonan, y un buen día él morirá por esa causa. 
Confieso que no conozco otra explicación para este caso, como no sea que mi paciente se permitiera una broma conmigo. Pero ni en ese momento ni luego me dio motivos para sospecharlo, y parecía hablar en serio. Otro caso. [11]

Un joven de elevada posición está enredado con una mujer de 
vida galante y en ese vínculo rige una curiosa compulsión. De tiempo en tiempo se ve precisado a afrentar a la amada de palabra haciéndola objeto de mofa y escarnio hasta que ella cae en viva desesperación. 

Una vez que la ha quebrantado hasta ese punto, él se siente aliviado, se reconcilia con ella y la agasaja. Pero ahora le gustaría librarse de ella, la compulsión le resulta ominosa {unheimfich}, nota que ese enredo menoscaba su buen nombre, quiere tener esposa, fundar una familia.

No obstante, no consigue separarse con sus solas fuerzas de la dama galante y acude al Análisis en busca de auxilio. Tras una de esas escenas de insultos, ocurrida ya durante el Análisis, se hace escribir por ella un billete, que luego lo lleva a un Grafólogo. 
He aquí la Información que recibe: es el escrito de una persona en estado de desesperación extrema, no pasarán muchos días antes que se dé muerte. Desde luego, ello no sucedió, pues la dama siente apego por la vida; pero el Análisis consigue aflojar sus cadenas: abandona, pues, a la dama y se vuelve a una joven de quien espera pueda convertirse en cabal esposa para él. 
Al poco tiempo le sobreviene un Sueño que sólo puede interpretarse como una incipiente duda en cuanto al valor de esa muchacha. También de ella toma unas líneas de escritura que presenta a la misma autoridad, y el juicio que recibe sobre el escrito corrobora sus aprensiones. Abandona entonces el propósito de hacerla su esposa.

Para apreciar las pericias del Grafólogo, sobre todo la primera, es preciso saber algo acerca de la historia secreta de nuestro hombre. Siendo muy jovencito, y respondiendo a su naturaleza apasionada, se había enamorado hasta el frenesí de una mujer joven, aunque mayor que él.


Rechazado, intentó un suicidio de cuyo serio propósito no cabe dudar. Sólo por azar escapó de la muerte, y se restableció tras larga convalecencia. Pero ese acto silvestre causó profunda impresión en la mujer amada, quien le concedió sus favores; él pasó a ser su amante, permaneció desde entonces ligado con ella secretamente {heimlich} y la sirvió como un auténtico caballero. 


Trascurridas más de dos décadas, y habiendo envejecido ambos -sobre todo la mujer, desde luego-, se le despertó la necesidad de desasirse de ella, de liberarse, llevar
su propia vida, fundar él mismo una casa y una familia. 


Y simultánea con ese hastío se instaló en él la necesidad, largo tiempo sofocada, de vengarse de su amante. Si una vez quiso matarse porque ella lo desdeñó, ahora quería tener el contento de que ella buscara la muerte porque él la abandonaba. 

Empero, su amor seguía siendo demasiado intenso para que ese deseo pudiera devenirle conciente; además, no era capaz de hacerle suficiente mal para empujarla a la muerte. Con ese estado de ánimo, tomó a la Ꞌmujer galanteꞋ en cierto modo como chivo emisario, a fin de satisfacer in corpore vili su sed de venganza; se permitió hacerla objeto de todos los martirios cuyo efecto previsible fuera el que él deseaba para la mujer amada.
Que la venganza iba dirigida en verdad a esta última se traslucía ya por el hecho de que la tomó por confidente y consejera en su enredo amoroso, en vez de ocultarle su infidelidad. La pobre, rebajada hacía tiempo de la posición de quien otorga a la de quien recibe, probablemente sufrió más por esas confidencias que la Ꞌmujer galanteꞋ con las brutalidades que él le infligía.
Desde luego, la compulsión de que él se quejaba a raíz de esa persona sustitutiva, y que lo empujó al Análisis, había sido trasferida a ella desde la ex amante: de esta última quería librarse y no podía. 

No soy Grafólogo y no estimo en mucho el Arte de colegir el carácter a partir de la Escritura; menos aún creo en la posibilidad de predecir por esa vía el Futuro del que escribe.
Pero vean ustedes: no importa lo que se piense acerca del valor de la Grafología; es inequívoco que el Experto, al asegurar que el autor del trozo de escritura que se le presentaba como muestra se mataría en los próximos días, no hizo más que traer a la luz, también en este caso, un intenso deseo secreto de la persona que lo consultaba. 
Algo semejante ocurrió en la segunda pericia, sólo que aquí no contaba un deseo inconciente, sino que el germen de duda y de aprensión del consultante halló una expresión clara por boca del Grafólogo. 

En fin, mi paciente consiguió, con ayuda del Análisis, hacer una elección amorosa fuera del círculo de encantamiento en que había estado hechizado. Señoras y señores: Acaban de saber lo que la Interpretación de los Sueños y el Psicoanálisis en general obtienen respecto del Ocultismo. 
Han visto, mediante ejemplos, que su aplicación permite sumariar hechos ocultistas que de otro modo habrían permanecido irreconocibles. En cuanto a la pregunta que sin duda les interesa más, la de saber si puede creerse en la realidad objetiva de estos Hallazgos, el Psicoanálisis no puede responderla de manera directa, pero el material dilucidado con su ayuda lleva al menos a que uno se incline por la afirmativa. 
Claro que el interés de ustedes no se agotará en esto. Querrán saber qué conclusiones autoriza ese material incomparablemente rico en que el Psicoanálisis no tiene participación alguna. Mas yo no puedo seguirlos por esa senda, ese no es mi Campo. 

Lo único que todavía podría hacer sería referirles observaciones que al menos presentaran un nexo con el Análisis, a saber, que se hayan hecho en el curso del Tratamiento analítico y acaso, también, posibilitadas por este. 

Les comunicaré un ejemplo de esa índole, el que me ha dejado la más fuerte impresión; seré muy prolijo, reclamaré su atención para una multitud de detalles, a pesar de lo cual me veré precisado a omitir muchas cosas que aumentarían de manera considerable el poder de convencimiento de la observación. 

Es un ejemplo en que el sumario de los hechos sale a la luz con claridad y no necesita ser desarrollado mediante el Análisis, aunque en su examen no podremos prescindir del auxilio de este último. 

Debo anticiparles, sin embargo, que tampoco este ejemplo de aparente Trasferencia del Pensamiento en la situación analítica está libre de reparos ni avala una toma de partido irrestricta en favor de la realidad del Fenómeno Ocultista. [12]

Escuchen, pues: Una mañana de Otoño de 1919, hacia las 10.45, el Doctor David Forsyth [13] recién venido de Londres, me hace llegar una tarjeta de visita mientras yo trabajo con un paciente. 


-Mi estimado colega de la London Uníversity no considerará, sin duda, una indiscreción que de esta manera revele que durante algunos meses se hizo introducir por mí en
las Artes de la Técnica Psicoanalítica-. Sólo tengo tiempo de saludarlo y concertar una entrevista para luego. 


El Doctor Forsyth merece mi particular interés; es el primer extranjero que acude a mí tras el aislamiento de los años de guerra y está destinado a inaugurar una época mejor. Enseguida, a eso de las Once, llega uno de mis pacientes, el Señor P., un hombre amable y espiritual que tiene entre 40 y 50 años y en su momento recurrió a mí por dificultades con las mujeres.

Su caso no prometía un éxito terapéutico; tiempo atrás le había propuesto suspender el tratamiento, pero él deseó continuarlo, evidentemente porque se sentía cómodo junto a mí dentro de una trasferencia paterna bien acompasada. 
El dinero no desempeñaba en esa época papel alguno, pues era harto escaso; las sesiones que pasaba con él me procuraban también a mí estímulo y consuelo, y entonces, dejando de lado las severas reglas de la práctica médica, proseguí el Trabajo analítico hasta un término que ya se avizoraba.

Ese día el Señor P. volvió sobre sus intentos de anudar vínculos amorosos con mujeres y mencionó una vez más a la muchacha pobre, graciosa y bella con quien podría haber tenido éxito si el hecho mismo de su virginidad no lo disuadiese ya de todo serio empeño.


A menudo se había referido a ese tema, pero hoy por primera vez contó que ella, desde luego sin sospechar los reales motivos de su impedimento, solía llamarlo Herr von Vorsicht [Señor Prudencia]. Esta comunicación me impresiona, tengo a la mano la tarjeta de visita del Doctor Forsyth, se la enseño.

He ahí el sumario de los hechos. Preveo que ha de parecerles pobre, pero continúen
escuchando; hay algo más detrás de ello. En su juventud, P. vivió algunos años en Inglaterra y conserva un permanente interés por la Literatura inglesa. 


Posee una rica Biblioteca sobre esa materia, de la que solía prestarme Libros; le debo el conocimiento de Autores como Bennett y Galsworthy, de quienes hasta entonces yo había leído poco. Un día me prestó una Novela de Galsworthy cuyo título es The Man of Property y se desarrolla en el seno de una familia inventada por el Escritor, la familia Forsyth. 

Es evidente que el propio Galsworthy quedó cautivado por esta creación suya, pues en relatos posteriores recurrió varias veces a integrantes de ella y por último recopiló todas las Obras referidas a ese tema bajo el título The Forsyth Saga. 

Muy pocos días antes del episodio que refiero, P. me había traído un nuevo volumen de esa Serie. El apellido Forsyth y todo lo típico que el Autor quiso corporizar en él había desempeñado también un papel en mis coloquios con P., convirtiéndose en parte de ese lenguaje secreto que con tanta facilidad se forja en el trato regular entre dos personas. 

Ahora bien, el apellido Forsyth de aquellas Novelas se distingue poco del de mi
visitante, Forsyth, y en la pronunciación alemana ambos son apenas diferenciables; además, la palabra inglesa provista de sentido que los alemanes pronunciaríamos de igual modo sería {foresight}, traducible por {Voraussicht} [previsión] o {Vorsicht} [prudencia]. 


Por tanto, P. había ido a buscar en sus vínculos personales el mismo nombre que en ese preciso momento me ocupaba a consecuencia de un suceso que él desconocía. Esto cobra mejor aspecto, ¿No es verdad? 

Pero creo que este llamativo Fenómeno nos impresionará más, y hasta podremos echar algo así como un vistazo en las condiciones de su génesis, si iluminamos analíticamente otras dos asociaciones que P. aportó en esa misma sesión.

La Primera: cierto día de la semana anterior había esperado en vano al señor P. a las Once de la mañana, y entonces partí para visitar al Doctor Anton von Freund [14] en su pensión. Me sorprendió encontrarme con que el señor P. vivía en otro piso del mismo edificio. 


Con referencia a esto, comenté luego a P. que por así decir le había hecho una visita en su casa; pero sé con certeza que no le mencioné el nombre de la persona a quien visité en la pensión. 

Y bien; poco después de que se aludiera al Señor Prudencia me preguntó: 
¿Es por ventura su hija la Freud-Ottorego que dicta cursos de inglés en la Universidad Popular?
Y por primera vez en nuestro prolongado trato le sucedió imprimir a mi Nombre la desfiguración a que Oficinas, Funcionarios y Tipógrafos ya me han habituado: en vez de Freud dijo Freund.

La Segunda: al final de esa misma sesión relata un Sueño del que despertó con angustia, una verdadera pesadilla {Alptraum}, dice. Agrega que no hace mucho, olvidado de la palabra inglesa correspondiente a pesadilla, a alguien que se la preguntó le contestó: 
a mare's nest. 

Desde luego -prosigue- es un disparate, pues a mare's nest significa una historia increíble, un cuento del tío, en tanto que la traducción de pesadilla es night-mare

Esta ocurrencia no parece tener en común con las anteriores nada más que el elemento ꞋinglésꞋ; pero a mí no puede menos que traerme a la memoria un pequeño suceso ocurrido aproximadamente un mes atrás. P. estaba sentado conmigo en la habitación cuando de manera inesperada entró, tras larga separación, otro querido huésped de Londres, el doctor Ernest Jones.

Le indiqué que pasara a otra habitación hasta que yo despidiera a P. Pero este lo reconoció enseguida por una fotografía que estaba colgada en la sala de espera, y formuló el deseo de serle presentado. 

Ahora bien, Jones es el Autor de una monografía acerca de la pesadilla {Alptraum-night-mare- [15]; yo no supe que P. tuviera conocimiento de ella. Evitaba leer libros analíticos. Quisiera indagar primero ante ustedes qué inteligencia analítica puede obtenerse respecto del nexo de las ocurrencias de P., así como de su motivación. 

Frente al apellido Forsyth o Forsyth, P. tenía una postura semejante a la mía; para él significaba lo mismo, y yo le debía totalmente mi conocimiento de ese apellido. Lo asombroso del sumario de los hechos fue que lo trajera al Análisis sin mediación ninguna y trascurrido el más breve lapso después que un nuevo suceso, el anuncio del Médico de Londres, lo hubiera vuelto significativo para mí en otro sentido. 

Pero acaso no menos interesante que el hecho mismo es el modo en que ese apellido emergió en su Sesión de Análisis. No dijo, por ejemplo: Ahora se me ocurre el apellido Forsyth de las Novelas que usted sabe, sino que, fuera de cualquier referencia consciente a esa fuente, supo entretejerlo con sus propias vivencias y a partir de ahí lo sacó a la luz, algo que pudo haber ocurrido mucho antes y hasta entonces no había sucedido. 

Lo que dijo fue: Yo también soy un Forsyth, aquella muchacha me llama así. Es difícil no advertir la mezcla de demanda celosa y autodenigración llena de tristeza que procura expresarse en esa preferencia. No se errará si se la completa de este modo: 
Me afrenta que usted ocupe su pensamiento de manera tan intensa en el recién llegado. Vuelva a mí, pues también soy un Forsyth es verdad que sólo un Herr von Vorsicht, como dice la muchacha
Y ahora su ilación de pensamiento se remonta, por el hilo de asociación del elemento ꞋinglésꞋ, hasta dos oportunidades anteriores que pudieron despertarle los mismos celos:
ꞋHace unos días usted ha hecho una visita a mi casa, pero por desgracia no a mí, sino a un Señor Von FreundꞋ.
Este pensamiento lo lleva a falsear el apellido Freud en Freund [amigo]. La Freud-Ottorego del programa de cursos tiene que costear el gasto porque como Profesora de inglés procura la asociación manifiesta. 

Y luego se anuda el recuerdo de otro visitante que hubo algunas semanas atrás y frente al cual sin duda se puso igualmente celoso, pero tampoco pudo sentirse a su altura, pues el Doctor Jones se las ingeniaba para escribir un ensayo sobre la pesadilla, en tanto él a lo sumo podía producir tales Sueños. 

La mención de su error en cuanto al significado de a mare's nest pertenece asimismo a ese nexo, sólo puede querer decir: 
No soy un verdadero inglés, así como no soy un verdadero Forsyth.
Ahora bien, no puedo calificar de inadecuadas ni de incomprensibles sus mociones de celos. Tenía sabido que nuestro Análisis terminaría, y con él nuestro trato, tan pronto volvieran a Viena discípulos y pacientes, y de hecho fue lo que sucedió poco después. 

Muy bien; lo que hemos ofrecido hasta ahora es un fragmento de trabajo analítico, el esclarecimiento de Tres Ocurrencias aportadas en la misma Sesión y alimentadas por idéntico motivo, y eso no tiene mucho que ver con el otro problema, el de saber si esas ocurrencias son deducibles o no sin Trasferencia del Pensamiento. 

Esto último se plantea respecto de cada una de las Tres Ocurrencias y por tanto se descompone en Tres Preguntas separadas: 
¿Podía P. saber que el Doctor Forsyth acababa de hacerme su primera visita? ¿Podía saber el Nombre de la persona a quien yo había visitado en su casa? ¿Sabía que el Doctor Jones había escrito un Ensayo sobre la pesadilla? ¿0 fue sólo mi Saber sobre esas cosas el que Se Reveló en Sus Ocurrencias? 
De la respuesta a estas Tres Preguntas dependerá que mi observación autorice a inferir algo en favor de la Trasferencia del Pensamiento. Vamos a dejar por un momento de lado la Primera Pregunta, pues resulta más fácil tratar las otras Dos. 
En cuanto al caso de la visita a la pensión, nos produce a primera vista una impresión particularmente confiable. Estoy seguro de que en mi breve y jocosa mención de la visita a su casa no nombré apellido alguno; considero harto improbable que P. lo haya averiguado luego en la pensión y tiendo a creer que ignoraba por completo la existencia de esa persona. 
Pero la fuerza probatoria de este caso se arruina radicalmente por una circunstancia
casual: el hombre a quien yo había visitado en la pensión no sólo se llamaba Freund, sino que era para todos nosotros un verdadero {Freund} [amigo]. 

Se trataba del Doctor Anton von Freund, cuya Donación había permitido Fundar nuestra Editorial. Su temprana muerte, lo mismo que la de nuestro Karl Abraham unos años después, fueron las más serias desgracias que afectaron al desarrollo del Psicoanálisis. [16]

 Entonces, muy bien puedo haber dicho en esa ocasión al Señor P.: 
He visitado en su casa a un amigo {Freund}
Y con esta posibilidad se volatiliza el interés Ocultista por su segunda asociación. 

También la impresión de la Tercera Ocurrencia se disipa pronto. ¿Podía P. saber que Jones había publicado un Ensayo sobre la pesadilla, puesto que nunca leía bibliografía analítica? Sí, podía saberlo. Poseía Libros de nuestra Editorial y acaso vio ese título en las cubiertas donde se anunciaban las nuevas Ediciones. 


No es posible probarlo, pero tampoco rechazarlo. Por este camino, pues, no llegamos a ninguna decisión. Debo lamentar que mi observación esté aquejada por el mismo defecto que tantas otras de parecida índole. 

La he puesto por escrito demasiado tardíamente, examinándola en una época en que ya no veía al Señor P. ni podía indagarlo más. Volvamos entonces al Primer Hecho, que, aun aislado, apuntala el aparente sumario de la Trasferencia del Pensamiento. 
¿Podía P. saber que el Doctor Forsyth había estado conmigo un cuarto de hora antes que él? ¿Podía saber, en general, de su existencia o de su presencia en Viena? No es lícito ceder a la inclinación de negar de plano ambas cosas. 
Empero, veo un camino que lleva a una afirmación parcial. Acaso yo comuniqué al Señor P. que esperaba a un Médico de Inglaterra para instruirlo en el Análisis, como la primera paloma tras el Diluvio. 

Ello pudo suceder en el Verano de 1919; meses antes de su venida, el Doctor Forsyth se había puesto de acuerdo conmigo por carta. Y hasta pude haber mencionado su apellido, aunque eso me parece muy improbable. 

En efecto, dado el otro Significado que este tenía para nosotros dos, por fuerza habríamos entablado una conversación sobre el asunto tras nombrarlo, y yo debería conservar algo de ella en mí memoria. 

Empero, pudo haber ocurrido así y olvidarlo yo por completo, de suerte que la mención del Herr von Vorsicht en la Sesión de Análisis me impresionara como un Milagro. Si uno se considera un escéptico, hará bien si en ocasiones duda igualmente de su escepticismo. 
Quizás exista también en mí la inclinación secreta a Lo Maravilloso, que de este modo transige con la creación de sumarios de hechos Ocultistas. Tras haber removido así un Fragmento de Lo Maravilloso, nos aguarda todavía otro Fragmento, el más difícil de todos.
Suponiendo que el Señor P.. haya sabido que existía un Doctor Forsyth y era esperado en Viena para el Otoño, ¿Cómo se explica que se volviera receptivo hacia él justamente el día que se anunció e inmediatamente después de su Primera Visita? 

Uno puede decir que se debe al Azar -o sea, dejarlo inexplicado-, pero justamente elucidé aquellas otras Dos Ocurrencias de P. a fin de excluir el Azar, a fin de mostrarles que de hecho se ocupaba de pensamientos celosos sobre gentes que me visitaban y a quienes yo visitaba; o bien, para no descuidar la más extrema de las posibilidades, uno puede intentar el supuesto de que P. nota en mí una particular excitación, de la que yo por cierto nada sé, y a partir de ella extrae su conclusión. 

0 que el Señor P., que llegó sólo un cuarto de hora después que el inglés, se topó con él en el corto tramo de camino común a ambos, lo conoció por su aspecto característicamente inglés, se mantuvo en la postura de su expectativa celosa, y pensó:
Pero si es el Doctor Forsyth, con cuya llegada debe terminar mi Análisis. Y es probable que venga de casa del Profesor
No puedo seguir más adelante con estas conjeturas acordes a la ratio. Permanecemos de nuevo en un non liquet -no probado-, pero debo confesar que tal como yo lo siento la balanza se inclina también aquí en favor de la Trasferencia del Pensamiento. 

Además, no soy ciertamente el único que ha llegado a vivenciar esos Sucesos Ocultos en la situación analítica. En 1926, Helene Deutsch ha dado a conocer Observaciones parecidas y estudiado su condicionamiento por los Vínculos de la Trasferencia entre Paciente y Analista.

Estoy seguro de que no habrán quedado muy satisfechos con mi postura frente a este
problema: no convencido del todo, y sin embargo presto al convencimiento. Acaso se digan: 

He aquí otro caso en que un hombre que toda su vida trabajó como honesto Investigador de la Naturaleza se vuelve, de viejo, tonto, religioso y crédulo
Sé que algunos grandes Nombres se cuentan en esa serie, pero no deben incluirme ustedes a mí. Al menos, religioso no me he vuelto, y espero que tampoco crédulo. Sólo que si uno se ha pasado la vida agachado para evitar un choque doloroso con los hechos, también en la vejez mantiene la espalda encorvada para inclinarse ante hechos nuevos. 
Ustedes preferirían sin duda que yo me atuviera a un teísmo moderado y me mostrara implacable en la desautorización de todo Lo Ocultista. Pero soy incapaz de cortejar a nadie, y no puedo menos que sugerirles adoptar una actitud más amistosa hacia la posibilidad objetiva de la Trasferencia del Pensamiento y, con ella, de la Telepatía también.
No olviden que aquí sólo he tratado de estos problemas hasta donde es posible aproximarse a ellos desde el Psicoanálisis. Cuando hace más de Diez Años ingresaron por primera vez en mi círculo visual, también yo registré la angustia frente al peligro que corría nuestra Cosmovisión científica, que, en caso de corroborarse partes del Ocultismo, debería dejar el sitio al Espiritismo o a la Mística. [17] 

Hoy pienso de otro modo; opino que no atestigua gran confianza en la Ciencia creerla incapaz de acoger y procesar lo que resulte verdadero, eventualmente, de las Tesis del Ocultismo. 

Y por lo que atañe en particular a la Trasferencia del Pensamiento, parece favorecer de manera directa la extensión de la mentalidad científica -los oponentes dicen ꞋmecanicistaꞋ- a Lo Espiritual, tan difícil de asir.
En efecto, el Proceso telepático debe consistir en que un acto anímico de una persona incite en otra ese mismo acto anímico. Lo que se sitúa entre ambos actos anímicos fácilmente puede ser un Proceso físico en el que Lo Psíquico se traspone en un extremo, y que en el otro extremo vuelve a trasponerse en Eso psíquico igual. 
En tal caso, sería inequívoca la analogía con otras trasposiciones, como las del habla y la escucha telefónicas. ¡Y consideren ustedes la perspectiva de tener a mano ese equivalente físico del acto psíquico! Me gustaría señalar que mediante la intercalación de Lo Inconciente entre Lo Físico y lo hasta entonces llamado psíquico, el Psicoanálisis nos preparó para la Hipótesis de Procesos del tipo de la Telepatía. 

Con sólo habituarse a la idea de la Telepatía, uno puede llegar a toda clase de cosas -aunque provisionalmente sólo en la Fantasía, por cierto- Como es sabido, no se conoce el modo en que se establece la Voluntad del conjunto en los grandes Estados de Insectos. 
Es posible que ocurra por la vía de esa Trasferencia psíquica directa. Uno se ve llevado a la conjetura de que esta sería la vía originaria, arcaica, del entendimiento entre los Individuos, relegada en el curso del desarrollo filogenético por los métodos mejores de la comunicación con ayuda de Signos que se reciben mediante los órganos de los Sentidos. 
Pero acaso el método más antiguo permaneció en el trasfondo y podría imponerse aún bajo ciertas condiciones; por ejemplo, en masas excitadas hasta la pasión. Todo esto es todavía inseguro y rebosa de Enigmas irresueltos, pero no hay fundamento alguno para asustarse.
Si existe una Telepatía como proceso real, cabe conjeturar que, a pesar de lo difícil de su comprobación, ha de tratarse de un Fenómeno muy frecuente. Respondería a nuestras expectativas que pudiéramos pesquisarla justamente en la vida anímica del niño. 
Nos viene a la memoria la representación angustiada, tan común en los niños, de que sus progenitores se percatan de todos sus pensamientos aunque no se los hayan comunicado -correlato cabal, y acaso la fuente, de la creencia de los adultos en la omnisciencia de Dios-. 
Hace poco, una mujer digna de toda confianza, D. Burlingham, en su Ensayo Kinderanalyse und Mutter -El análisis de niños y la madre-, [1932], comunicó Observaciones que, de ser corroboradas, no podrán menos que poner término a la duda que aún resta sobre la realidad de la Trasferencia del Pensamiento.

Aprovecha la situación, ya no rara, en que madre e hijo se encuentran simultáneamente en Análisis, y a partir de ahí informa acerca de Procesos maravillosos como este: 
Un día, la madre se refiere en su Sesión de Análisis a una Joya de Oro que había cumplido determinado papel en una de sus escenas de infancia. Al poco rato, luego de haber vuelto a su casa, acude a su habitación su pequeño vástago, de unos diez años, trayéndole una Joya de Oro con el pedido de que se la guarde. 
Ella le pregunta, asombrada, de dónde la sacó. Pues la recibió para su Cumpleaños, pero el Cumpleaños del niño fue hace varios meses y no hay motivo alguno para que justamente ahora haya de acordarse de la Joya de Oro. La madre comunica a la Analista del niño tal coincidencia, y le pide que investigue en el niño el fundamento de esa acción.
Pero el Análisis del niño no arroja información ninguna; la acción se había introducido ese día en la vida del niño como un cuerpo extraño. Unas semanas después, la madre está sentada a su escritorio a fin de redactar, como se le ha pedido, una noticia acerca de la vivencia descrita. 

Entonces se aproxima el niño y le pide de vuelta la Joya de Oro, pues le gustaría llevarla consigo a su Sesión de Análisis para enseñarla. Tampoco en este caso el Análisis del niño pudo descubrir acceso alguno hacía ese deseo. 

Y con esto volveríamos al Psicoanálisis, del que habíamos partido.




Diseño|Arte|Diagramación: Pachakamakin
Portada: H.R. Giger




NOTAS:

[1] En mi Nota introductoria a Psicoanálisis y telepatía -Freud, 1941d, AE, 18, pág. 168, se encontrará una lista de escritos de Freud sobre este tema. Ernest Jones, en el Capítulo XIV del Tercer Volumen de su Biografía [1957], hace una amplia reseña de la actitud de Freud hacia el Ocultismo.
[2] Freud se ocupa del examen de realidad en Complemento metapsicológico a la doctrina de los sueños, 1917d, AE, 14, págs. 229-33. Cf. también Conferencias de introducción al psicoanálisis (1916-17), AE, 16, pág. 339.
[3] El 
placer que depara lo sin sentido ya había sido cabalmente analizado por Freud en su Libro sobre el Chiste... 1905c, AE, 8, págs. 120-2.
[4] Goethe, Fausto, Parte I, escena 4.
[5] Una acotación similar aparece en El porvenir de una ilusión, 1927c, AE, 21, págs. 27-8.
[6] Freud informó sobre este ejemplo con mucho más detalle en Sueño y telepatía, 1922a, AE, 18, págs. 192 y siguientes.
[7] "
. . . telepathischen Taibestand"sumario en el sentido del que levanta el Juez de Instrucción, una comprobación de hechos anterior al juicio mismo.
[8] En su trabajo anterior, publicado póstumamente, Psicoanálisis y telepatía, 1941d, AE, 18, pág. 176, Freud se había referido a la importancia que tiene para el adivino distraer las fuerzas psíquicas del sujeto y ocuparlo en una actividad inofensiva como medio de liberar un proceso inconciente. Comparó allí esa actividad de distracción con la que se practica en ciertos chistes; véase para esto su Libro sobre el Chiste [1905c], AE, 8, págs. 144-6. Mucho antes, en su contribución a Estudios sobre la histeria [1895d], AE, 2, págs. 277-8, había dado igual explicación para ciertos procedimientos de hipnosis, en particular su antiguo método de evocar hechos olvidados por el paciente aplicándole la mano sobre la frente; sobre estos procedimientos se explayó en su examen del hipnotismo contenido en Psicología de las masas y análisis del yo, 1921c, AE, 18, págs. 119-20. Asimismo, en Psicopatología de la vida cotidiana, 1901b, AE, 6, pág. 131, afirma que el dirigir la atención a una actividad automática interfiere en su ejecución.
[9] Se informa sobre este caso con más detalle y leves variantes en Psicoanálisis y telepatía, 1941d, AE, 18, págs. 177-8, y mucho más sucintamente en Algunas notas adicionales a la interpretación de los sueños en su conjunto, 1925i, AE, 19, págs. 139-40.
[10] También este caso es relatado con algo más de detalle en Psicoanálisis y telepatía, 1941d, AE, 18, págs. 173-6.

[11] Relatado con algunos otros pormenores en Psicoanálisis y telepatía, 1941d, AE, 18, págs. 182-3, aunque el presente informe es más completo en ciertos aspectos.
[12] Este es el 
tercer caso que Freud debía incluir en Psicoanálisis y telepatía, 1941d y cuya omisión en tal oportunidad él explica allí -AE, 18, pág. 181; cf. también mi Nota introductoria a dicho trabajo: AE, 22., págs. 167-8, confirmando la existencia del Manuscrito original. Dada la gran similitud entre este último y la versión aquí proporcionada, no creímos necesario reproducirlo en aquella ocasión. Debe señalarse, empero, que desde que se publicó ese volumen de la Standard Edition, en 1955, el Manuscrito ha vuelto a desaparecer inexplicablemente.
[13] El Doctor David Forsyth -1877-1941- fue Médico asesor del Charing Cross Hospital, de Londres, y Miembro fundador de la London Society for Psychoanalysis, creada en 1913.
[14] Destacado adherente y benefactor húngaro del Psicoanálisis.
[15] Cf. Jones, 1912c.
[16] Freud escribió sendas notas necrológicas al fallecer Von Freund y Abraham; Freud, 1920c y 1926b.
[17] Estas ideas son ampliadas considerablemente en Psicoanálisis y telepatía. 1941d, AE, 18, págs. 169-73.